Chiang Mai, norte de Tailandia. Marzo de 2008.
Todavía nos queríamos cuando
sacaste esta foto. Todavía quedaban muchos viajes por delante y era la mitad de
ese que nos encontraba descubriendo otro mundo. Era la primera vez de descubrir
lo que yo sentía que me esperaba fuera de Occidente y que no se me fue nunca
más. Yo no entendía casi nada de budismo pero entrar a cada templo nuevo me fascinaba
como la primera vez. Entramos y no había nadie, el tiempo estaba congelado ahí,
en esa alfombra roja. Como los recuerdos ahora. Entraba luz por una ventana,
algo de aire pesado, hacía calor. Habíamos llegado ahí vagando, haciendo tiempo
para la siguiente excursión, contándonos historias, contando la plata.
Planeamos volver a ese lugar alguna vez. Sigo creyendo que así será, pero ahora
sé que no va a ser con vos. No va a ser nunca más con vos. Yo no sabía rezar en
tailandés ni tenía claro que hacer frente a las mil imágenes doradas de budas
de ojos cerrados. Pero quería quedarme ahí, quería la foto, quería frenar el
tiempo en una postal para poner en nuestro living. Cuando la revelé me di
cuenta que quedó un poco movida, y la guardé adentro de un libro para un
cuadrito que nunca hice. Cuando volví a abrir el libro y acordarme del
cuadrito, ya no había living nuestro, ni viajes, ni templos. Ni tampoco me
importaba.
No comments:
Post a Comment